Hay un pueblo pesquero encantador en España que tiene hasta ruinas romanas, pero los turistas se lo han cargado

Hay un rinconcito del Mediterráneo que solía tenerlo todo. Tenía historia, unas playas preciosas y un alma marinera tranquila y relajante. Pero estas maravillas atrajeron a los curiosos, que fueron masificándose hasta destrozar el encanto de este pueblo. Esta es la historia triste de Santa Pola, una localidad pesquera alicantina que murió de éxito.

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Castillo Fortaleza de Santa Pola

Santa Pola es un antiguo reducto pesquero con siglos de tradición. Los primeros vestigios son romanos y aún se pueden disfrutar en las ruinas del Portus Ilicitanus. Una historia marinera que se puede descubrir en el Castillo Fortaleza de Santa Pola, que alberga el Museo de la Mar y la Pesca donde hay de todo, desde barcos hasta redes.

Más allá de sus paradas culturales casi obligatorias, Santa Pola también ofrece playas preciosas de aguas cristalinas, deportes acuáticos de todo tipo, las Salinas que se llenan de flamencos en primavera y otoño. Y, por supuesto, Tabarca, una isla que fue el refugio de piratas. ¿Cómo no va a triunfar?

Pues ese ha sido el problema. El remanso de paz se ha convertido en un hervidero de turistas ávidos de sol, calorcito y ambiente mediterráneo. Una masificación turística insostenible para pueblos como Santa Pola, que pasa de 50.000 vecinos en invierno a 200.000 visitantes en verano.

"En principio prevemos alcanzar casi los 200.000 visitantes en la temporada estival, lo cual supone cuadruplicar los 50.000 habitantes que tenemos en Santa Pola durante el resto del año" - Borja Merino Díaz, concejal de turismo de Alicante.

Las playas están hasta la bandera, con extranjeros plantando su sombrilla tan lejos de la orilla que casi llegan al cemento del Paseo Marítimo. Por no hablar del boom de apartamentos turísticos, que ha pasado de 2000 a 3600 casas en cinco años, disparando el precio de la vivienda, que es un 18,7% más cara que el año anterior.

Semejante subida poblacional pone los servicios al límite. El propio ayuntamiento reconoce que este nivel de turismo hace que el transporte sea insuficiente y que haya un déficit en los servicios públicos. La saturación ha llevado a situaciones muy graves, provocando que muchos jóvenes tengan que mudarse a otras ciudades.

Este fenómeno no es nuevo. Le ha ocurrido a Calella de Palafrugell, a Llafranc y hasta a Roma. Y a muchos otros pueblos. Y seguirá pasando hasta que se impongan leyes y medidas que protejan nuestros espacios, que promuevan un turismo más respetuoso y que no consuman territorio como si fuera infinito.

Fotos | Comunitat Valenciana, @santapolaturismo, La Finca Resort, @santapolaturismo.

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